viernes, 19 de junio de 2009

Que más se puede decir

(...)Ayer alcanzó gran audiencia una obra, esta vez filmada en exteriores, en la que un grupo de policías de Barajas interactuaba, por decirlo de alguna forma, con un ciudadano senegalés. A diferencia de las películas de origen catalán, que carecen de banda sonora, en ésta había voces. Se escuchaba, por ejemplo, una voz infantil en francés: "¿Por qué lo tiran por el suelo?".

Las imágenes son desagradables. Tanto, que no quiero volver a verlas: podrían acabar confundiéndome. Y éste es un asunto en el que conviene mantener las ideas claras. No sé si los policías se extralimitaron y usaron con el ciudadano una violencia innecesaria. No lo sé y, francamente, me importa poco: es relativamente irrelevante dentro de la historia que, con una elipsis hábil y reconcentrada, cuentan las imágenes.

La historia es la de un tipo que ha hecho un viaje largo, caro y quizá penoso (ignoramos si se trasladó en avión o en patera) desde Senegal hasta España. El tipo quiere cambiar de vida, a mejor, y establecerse en Europa: haya delinquido o no, lo que caracteriza a un emigrante es que tiene un gran proyecto vital e intenta llevarlo a cabo. El tipo, para su desgracia, es detenido y expulsado de vuelta a Senegal. Su proyecto vital se va a hacer puñetas. En este contexto, ¿creen que lo importante son 10 minutos de maltrato sobre la pista de un aeropuerto? No, eso es una simple metáfora en imágenes. Lo esencial es la expulsión, el fracaso, el fin del sueño.

Cuando un Gobierno establece una política de expulsión o deportación de inmigrantes clandestinos, porque lo exige gran parte de la población, suceden estas cosas. Es bueno que las veamos: nos obligan a recordar que la sociedad española las exige. ¿Alguien cree que las expulsiones son corteses y bienhumoradas? No, son así. Y esto, según los sondeos, es lo que queremos.

Indignante, ¿no?



Artículo de Enric González en El Pais

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